Todas las guerras generan sus trincheras. La elección de una de ellas depende de lo cerca que se quiera estar de la muerte, de la gloria o de la ignominia. En mayo de 1939, milicianos anarquistas del Servicio de Información Especial Periférico se escaparon del campo de Albatera. Recorrieron 600 kilómetros para matar al cacique de su pueblo antes de emprender el exilio francés. Todo salió mal. Uno de ellos, enfrentado a la Guardia Civil, murió matando. Ese mismo mes de mayo, con la Guerra Civil finalizada, seguían llegando toneladas de documentos a Salamanca. Allí, desde otra trinchera, hecha de legajos, sacos de papeles, máquinas de escribir y turnos de trabajo sin cesar, se completó la mayor gesta organizativa con fines represivos nunca vista en la España contemporánea: la elaboración de casi dos millones de fichas personales con las que llevar a cabo la depuración del Nuevo Estado nacido de la victoria. En una época preinformática esta increíble planificación, ejecutada por un reducido grupo de hombres y mujeres, alumbró el mayor archivo de la historia de España con una implacable finalidad de control social. Este libro se adentra en aquellos dos hechos, aparentemente inconexos. Transitar por el registro de la memoria familiar ofreció resultados inesperados. El control de la sociedad por medio de la información obligó a deslizarse por la sórdida burocracia represiva de los bandos enfrentados y mostró la cara más letal de la represión sistemática de unos y otros. La aplicación de criterios racionales en la organización de la información hizo posible separar, depurar, reprimir, limpiar, eliminar a cuantos quedaron excluidos de la ortodoxia, de los parámetros oficiales o de las nuevas hormas políticas, sociales y religiosas. El III Año Triunfal se coronó exitosamente al crear la Nación fichada, cuyo germen se localizó en la ciudad de Salamanca.