Dos personas que se quieren se llevan a veces bien, a veces mal y a veces no se aguantan la una a la otra. Es del todo normal. No hay una norma que diga cuántas veces a la semana conviene pelearse. Pero lo que cuenta no es llevarse bien, sino soportarse el uno al otro. Lo que cuenta es si uno soporta al otro porque es de los suyos, o no lo soporta porque no lo es, y si uno está dispuesto o no a renunciar a lo que lo separa del otro.
Todas las utopías empiezan con conversiones. La gente se despide de sus antiguas creencias religiosas, convicciones y modos de vida y se entrega a otras nuevas, las que constituyen la utopía. Despedirse y entregarse: eso es convertirse. No hay rayos enviados desde el cielo, caídas del caballo, estados de éxtasis ni todas esas tonterías.