te cuentan que en todo el viaje nunca salí de mi camarote porque estaba ya loca, y lo estaba no porque me hubieran dado de beber toloache en Yucatán o porque supiera que Napoleón y el papa nos iban a negar su ayuda y a abandonarnos a nuestra suerte, a nuestra maldita suerte en México, sino que lo estaba, loca y desesperada, perdida porque en mi vientre crecía un hijo que no era tuyo sino del coronel Van Der Smissen, si te cuentan eso, Maximiliano, diles que no es verdad, que tú siempre fuiste y serás el amor de mi vida, y que si estoy loca es de hambre y de sed, y que siempre lo he estado