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Ricardo Chávez Castañeda

Colina de los muertos

Este libro contiene siete historias extrañas, con presencias siniestras y misteriosos personajes. Quizá no te desconcierte saber que el mejor amigo del hombre es el perro, pero sabes acaso ¿cuál es el mejor amigo del perro?… ¿Cuál es el mejor amigo de un perro muerto?… Tal vez te has preguntado a dónde vamos cuando morimos, y sin embargo nunca se te ocurrió pensar que las personas al morir solo se mudan a otra colonia de tu propia ciudad. A lo mejor te gustaría pensar que somos inmortales o que la muerte es solo una excelsa actuación. Pero cuidado, porque con los muertos nunca se sabe… y con los vivos, tampoco.
108 printed pages
Original publication
2011
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Impressions

  • Grisshared an impressionlast year
    👍Worth reading
    💀Spooky

    Tiene historias muy interesantes. Es demasiado ingenioso el autor. Los cuentos en los que pienso más es en el perro fantasma y la vecindad a donde se van los muertos.

  • Marcia Ramosshared an impressionlast year
    👍Worth reading
    💧Soppy

  • Nancy Loredoshared an impressionlast year
    💀Spooky
    🔮Hidden Depths

Quotes

  • Valhas quoted4 days ago
    No está bien ser demasiado valiente porque entonces tú te conviertes en el terror
  • Valhas quoted4 days ago
    El mundo y la vida lo asustaban, y pensé que quizá para un fantasma eso es lo peor, descubrirse metido en un sitio donde nada ni nadie es fantasma.
  • Valhas quoted4 days ago
    escapando de las reuniones dominicales, fue la terrible idea de que a lo mejor mi primo se había muerto cuando estuvimos en "La colina de los muertos".

    Eso es lo que se me ocurrió pensar. Y luego ese horroroso pensamiento permaneció aleteando como mosca en la telaraña de mi cerebro sin poderse salir de mí: que en algún momento, mientras Paco y yo caminábamos por las calles muertas, entre las casas muertas, bajo el cielo muerto, a él se le había acabado su media vida.

    Fue por miedo. Por puro miedo que me alejé de él, porque si Paco se había quedado convertido en algo parecido a una momia, él no tendría que lanzarse tras de mí para estar siempre a mi lado.

    De modo que para mí Paco murió mucho antes de que de verdad muriera.

    La última vez que volvimos a hablar él y yo, antes de que a mi padre le ofrecieran un nuevo trabajo y nos mudáramos de la ciudad, fue en la puerta de la casa de nuestra abuela. Mi papá se había ido con mis hermanos mayores por el automóvil que se hallaba estacionado a unas calles de distancia y mi mamá se estaba despidiendo de mis tías, cuando mi primo llegó con las manos en los bolsillos y una leve curva en la comisura de los labios, como el principio de una sonrisa.

    «Quiero darte algo», dijo, y, sin más ni más, extrajo las manos de sus bolsillos y en sus manos aparecieron dos enormes fajos de estampas.

    Inmediatamente las reconocí. Cualquiera en mi familia las reconocería al instante. Todos sabíamos que Paco no tenía tesoro más preciado que su colección de seres inmortales que él mismo dibujaba en tarjetas blancas cada vez que se topaba con uno de ellos en alguna leyenda, mito, película, historieta.

    «Quédatelas», me dijo y con esa simple palabra me dio a todos sus ángeles.

    Me dijo mi mamá, «debe quererte mucho para darte a todos sus ángeles».

    Nunca más volví a ver a mi primo. Entré a la secundaria, cursé la preparatoria, y cuando entré en la universidad, Paco murió de verdad

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