Es nítido el recuerdo que conservamos de los pensamientos o de las acciones solitarias durante los primeros años de la vida: son las primeras ocasiones que tiene la conciencia de presentarse ante sí misma, mientras que a los acontecimientos compartidos con otros los envuelve la incertidumbre de los sentimientos (admiración, temor, amor o aversión) que nos inspiran los demás y que los niños son aún menos capaces de discernir y hasta de comprender que los adultos.