No obstante, como los Enanos creen ahora, es posible que Sauron hubiera descubierto con sus artes quién tenía este Anillo, el último, y que los singulares infortunios de los herederos de Durin fueran en gran parte consecuencia de la malicia de Sauron. Porque por este medio no era posible corromper a los Enanos. El único poder que los Anillos tuvieron sobre ellos fue el de poner en sus corazones la codicia del oro y otras cosas preciosas, de modo que si les faltaban, todo otro bien les parecía desdeñable, y se llenaban de cólera y de deseos de venganza contra quienes los privaban de ellas. Pero desde un principio fueron hechos de una especie que resistía con firmeza cualquier clase de dominio. Aunque podían ser muertos o quebrantados, no era posible reducirlos a sombras esclavizadas a otra voluntad; y por la misma razón ningún Anillo afectó sus vidas, ni hizo que fueran más largas o más cortas. Y por eso Sauron los odió todavía más, y más deseó quitarles lo que tenían.