Isaac Peral fue un hombre grande. Buen marino, excelente profesor e inventor por encima de su época. En esta novela histórica se cuentan su vida y su obra. La vida de un marino sencillo y valiente. La obra inmensa y finalmente traicionada.
En 1890, ocho años antes de los desastres de Cavite y Santiago, donde perdimos toda nuestra flota, un prototipo de submarino movido por motores eléctricos, capaz de navegar bajo el agua, mantener un rumbo y, sin emerger, lanzar tres torpedos con precisión de un kilómetro, surcaba las aguas de Cádiz. Era, aun siendo un prototipo, un arma infalible, ya que se podía acercar impunemente a cualquier barco, incluidos los potentes acorazados, dañar su hélice y hacerlos inservibles. Dewey, el almirante americano que nos derrotó en la bahía de Cavite (Filipinas), dijo: «Con un solo submarino como el Peral no hubiéramos podido entrar en Cavite».
Peral recibió el reconocimiento universal, salvo el de su patria. Aún hoy se espera, pero lleva implícito la petición de perdón y el reconocimiento de la gravedad de la falta.