Entre una historia cultural llena de paradojas y cierta noción abstracta de humanidad que aún triunfa en la censura de los sentidos, surgen los ensayos de Juan Carlos Arteaga para remover aquello que parece inapelable. Hay en esta palabra un evidente deseo por enfrentar lo humano sin concesiones y llevarlo hacia un lugar de reflexión que no agota caminos ni banaliza contradicciones. En medio de ese deseo, que revela las inquietudes del autor, entre uno y otro texto aparece el cuerpo, colocado al extremo de su intensa materialidad. El acto caníbal, los sexos expuestos, el poder aniquilador del fuego, el silencio ante el horror o lo perturbador del incesto, retumban para poner en tensión lo escrito. En el diálogo con otras fuentes y en la insistencia en la pregunta como estrategia que va más allá de sus posibilidades retóricas, esta escritura convoca al lector a retomar lo pasado por alto, a incomodarse y a encontrar otros caminos de intercambio que se resistan a enmudecer, que no cedan ante la abulia.