Travesías y dilemas de la pedagogía ambiental en México

No debemos olvidar que detrás de la necesidad ambiental de que las personas reduzcan, reciclen y reutilicen, está la resistencia a renunciar a un estilo de vida y confort al que ya estamos muy acostumbrados, por eso la educación ambiental tendría que promover la introspección, reflexión crítica y la participación deliberada de los sujetos.

Una educación que deja de lado la formación de la voluntad, la curiosidad y la crítica es más bien un entrenamiento (Freire, 2012),

Mientras sigamos empeñados en ignorar las raíces porque no se ven (o porque las encubrimos) y nos quedemos fuera, no podremos ayudar al todo, ignorando que somos parte de él.

nunca ser impunes cuando hablamos del otro; nunca ser inmunes cuando el otro nos habla” (Skliar, 2006: 256).

El amor, como bien se ha dicho y reflexionado por los filósofos en varias épocas y latitudes geográficas, es un valor que emana del ámbito de la ética, y como tal, es una cualidad que confiere a las personas una estimación positiva; es un principio que permite orientar el comportamiento humano en función de crecer.

En el prefacio del libro, Ana Lucía Souza de Freitas, esposa y compañera de Freire, subraya “la naturaleza utópica de la práctica educativa liberadora” (Freire, 2015: 36). Enfatiza también que el sueño no es una idealización ingenua, sino el producto de una reflexión crítica que realiza dos tareas simultáneas: denunciar una realidad opresora y excluyente; y anunciar posibilidades de liberación y democratización. Por ello, la pedagogía de los sueños posibles “encierra en sí misma la posibilidad de superar las prácticas tradicionalmente instituidas y usualmente incuestionadas”

En palabras de la Carta de la Tierra, “que el nuestro sea un tiempo que se recuerde por el despertar de una nueva reverencia ante la vida, por el aceleramiento en la lucha por la justicia y la paz, y por la alegre celebración de la vida” (ug, 2015).

los estudios territoriales, las políticas regionales e incluso las ambientales, hablan de la tierra del hombre y no en el hombre de la tierra; una educación que escinde al hombre de la naturaleza y que nos ha reducido a sujetos racionales.

“La escuela que es aventura, que marcha, que no le tiene miedo al riesgo y que por eso mismo se niega a la inmovilidad. La escuela en la que se piensa, en la que se actúa, en la que se crea, en la que se habla, en la que se ama, se adivina, la escuela que apasionadamente le dice sí a la vida” (Freire, 2004: 70).