Mientras tú estabas en la mesa del alfarero, Dios te ha estado haciendo y deshaciendo todo el tiempo. Pero si te consagras mas a él, más te preparará. Llegó un momento en que le dijiste al Señor: ‘Ya no puedo más. Pero vuélveme a formar porque quiero ser un vaso que derrame a otros tu gloria’. Y el Señor continuó trabajando en ti, no como vaso de honra, sino afilándote como a espada, como a una saeta de fuego para enviarte a