Su escritura es un testimonio de notas tomadas al vuelo, retazos de sus días en un ruinoso -y carísimo— piso de alquiler, como crónicas bajo un nubarrón de precariedad vital y particularmente amorosa, porque en La Vida a Medias es precario hasta el amor.
Para escribir su libro -este libro— se sirve del sentido del humor, de sus pasos de flâneur, de su sufrimiento de amante desbordado, de las noches de fiesta -como si hubiera algo que celebrar-, de divertidos recuerdos de relaciones absurdas, de punzantes reflexiones sobre la ausencia de formalidad y honradez en España.
La vida en Madrid es un abanico de fracasos que no consiguen derribar sus anhelos más íntimos, sino que más bien los alimentan: no hay otra salida que buscar el amor y la risa, el bienestar y el civismo, la estabilidad y el sosiego; algo que se parezca, aunque sea mínimamente, a los sueños que sus padres tuvieron para él.