Gilles Clément Cuando intentamos comprender los diferentes mecanismos de la naturaleza —como, por ejemplo, los intercambios entre plantas y animales, y la comunicación entre las plantas, lo que los científicos denominan las “fisuras de timidez”, que son las distancias que los árboles respetan entre sí—, se produce un verdadero aumento del conocimiento, y de ello podemos extraer saberes que nos sean útiles en la gestión del jardín planetario. No extraeríamos las mismas enseñanzas de la naturaleza si decidimos reproducir esas mismas fisuras de timidez en un vivero funcional. En un caso, depositamos nuestra confianza en la naturaleza e intentamos comprender cómo suceden las cosas dentro de esa complejidad y, en el otro, queremos controlarlo todo. Esta ilusión de control, cuyo resultado es la desaparición de todo, no puede continuar. Para ciertos científicos y arquitectos, es evidente que acabaremos construyendo sobre el hielo o bajo el agua; por ellos podemos seguir agotando el medio sin problema alguno. Sin embargo, para otros nos beneficiaría entender lo que ocurre, analizar la ingeniería de los seres vivos en lugar de traumatizarla. Estos puntos de vista son diametralmente opuestos.