Lo que la película ocultaba, pensé cuando la vi decenios después, era a mi padre. Que estaba más ausente que nunca en los breves momentos en que aparecía en pantalla, rodeado por el atrezo de su familia americana, fingiendo una identidad independiente ante la cámara, fundiéndose, fotograma a fotograma, en un hombre cuya historia había sido reemplazada por una imagen, una imagen de cualquiera y de nadie.