Para sus descubridores, el fondo de radiación proveniente de todas las regiones del universo tiene la misma apariencia, una imagen que muestra un tejido uniforme de espacio y energía. Pero, para que las estructuras se condensaran a partir de los productos del Big Bang, ese tejido uniforme tiene que haber tenido pequeñas arrugas, fluctuaciones en la temperatura causadas por las áreas de mayor densidad. De acuerdo con la teoría del Big Bang, la materia —familiar y no familiar— pudo haberse condensado para más tarde formar estructuras galácticas en esas áreas gracias a la gravedad. Esas arrugas —a las que podemos llamar “semillas cósmicas”, de las que crecieron las galaxias— tienen que haber estado presentes, pues de otra manera la cosmología moderna, y específicamente la teoría del Big Bang, se verían en serias dificultades.