Así como el expresionismo alemán tramita el dolor de entreguerras con lo grotesco, lo exagerado o lo ridículo, así es en este libro lo grotesco; es la descripción de una crisis, una crisis que más que económica se ha solidificado en una crisis ética, de principios, de contenidos. Cuando las banderas y las insignias florecen las ideas se marchitan, una bandera es una forma de no pensar en los límites que ella misma provoca sino de abandonarse a su cobijo. Lo que nos queda es una farsa revestida de infinitas publicidades. Así, el libro pretende mirar a un barrio, una cotidianeidad, un objeto, una tienda, un prototipo cualquiera de un país europeo como una suerte de mirada costumbrismo-terrorista. Sonreír hacia adentro es reconocerse, el sarcasmo puede ser una bomba de racimo que trabaja interiores y los hace pedazos.