Pero algo andaba mal, ya que había casos que no se condecían con la teoría… recién en 1959 se clarificó el rol de los cromosomas sexuales en humanos. Al igual que en el caso de las moscas, se necesitó estudiar algunos casos raros, como el síndrome de Turner, que está representado por hembras que son X0, y el de Klinefelter, representado por machos XXY.[5] Según estos casos, está claro que no es el número de cromosomas X el que determina el sexo (si no, por ejemplo, aquellos que tengan síndrome de Klinefelter serían necesariamente hembras), así que en humanos el modelo de determinación del sexo es diferente del de las moscas: dime si tienes un cromosoma Y y te diré si eres macho o no.
En embriones humanos, entonces, el cromosoma Y hace algo para que se determine el sexo, y aparentemente lo hace alrededor de la séptima semana posfertilización. Sin embargo, también esta regla tiene excepciones: hay machos XX que tienen genitales externos y gónadas masculinas, mientras que también existen hembras XY, que tienen características generales femeninas, aunque en ninguno de los dos casos (que son raros, aproximadamente 1 en 20.000 personas) se producen gametas de ningún tipo, por lo que se trata de individuos infértiles.
¿Qué es lo que pasa en estos machos XX o hembras XY? ¿Será que los machos XX mantienen aunque sea una porción del cromosoma Y? Efectivamente es así, y esa partecita alcanza para masculinizar al embrión. Por su parte, en las hembras XY justamente falta esa parte del Y que es importante para masculinizar. Existe, entonces, una región crítica en el cromosoma Y. En ella hay un gen, llamado sry, que determina que se prendan o apaguen ciertos genes en el embrión para dirigir su desarrollo hacia un varón (dijo la partera).
Por su parte, las hembras XY (que no tienen el gen sry) producen hormonas femeninas, por lo que están perfectamente feminizadas, aunque sin óvulos. Hacia la pubertad se las trata con hormonas para que se desarrollen normalmente (aunque no serán fértiles).