En las postrimerías del siglo XIX, la escritora Emilia Pardo Bazán se empecina en ser ella misma, es decir, en conducirse de acuerdo con sus deseos, con su voluntad de escribir y de participar en la vida pública.
Emilia trató de ingresar en la Real Academia de la Lengua. Sin éxito. Su insistencia le valió la reprobación de muchos de sus contemporáneos, incluso después de haber recabado la admiración de algunos otros.
Por encima de las polémicas, en Emilia, un monólogo brillante, tierno e ingenioso, sobresale la figura de una mujer fuerte, inteligente y extraordinariamente divertida en lucha contra el tiempo que le tocó vivir.