Una proeza de arquitectura narrativa de casi setecientas páginas— es la tercera novela de Mario Vargas Llosa, el brillante escritor peruano que en la mayoría de sus obras ha retratado la miseria y los problemas de la condición humana, teniendo como telón de fondo a su propio país.Zavalita y el zambo Ambrosio conversan en La Catedral. Estamos en Perú, durante el ochenio dictatorial del general Manuel A. Odría. Unas cuantas cervezas y un río de palabras en libertad para responder a la palabra amordazada por la dictadura.Los personajes, las historias que éstos cuentan, los fragmentos que van encajando, conforman la descripción minuciosa de un envilecimiento colectivo, el repaso de todos los caminos que hacen desembocar a un pueblo entero en la frustración.Las cuatro horas del diálogo entre Zavalita y Ambrosio, chofer de su padre y -lo sabremos en determinado momento de la narración— amante accidental de éste, son tensas, misteriosas, transcurren entre la ansiedad y el temor. Pero, por igual, revelan secretos, ocultan y a la vez muestran otras situaciones. Se rigen por una dinámica de círculos concéntricos que, en este caso, dan lugar a una espléndida polifonía de voces y ecos, como siguiendo los dictados teóricos de Bajtin. Estas voces y ecos, a su vez, representan remembranzas, hechos en sí, episodios pasados. Y todo ello, el autor, el narrador, el novelista que teoriza sobre la novela como un deicidio, lo controla desde su inaccesible torre de marfil sin dejar que nunca los hilos de tan apremiante y urgida historia se le escapen de las manos.