Candido atónito, desatentado, confuso, ensangrentado y palpitante, decia entre sí: ¿Si este es el mejor de los mundos posibles, cómo serán los otros? Vaya con Dios, si no hubieran hecho mas que espolvorearme las espaldas, que ya los Bulgaros me habian hecho el mismo agasajo. Pero tú, caro Panglós, el mayor de los filósofos, ¿porqué te he visto ahorcar, sin saber por qué? O mi amado anabautista, tu que eras el mejor de los hombres, ¿porqué te has ahogado en el puerto? Y tú, baronesita Cunegunda, perla de las niñas, ¿porqué te han sacado el redaño?