Este testimonio de Yasuaki Yamashita, sobreviviente de la bomba atómica lanzada en 1945 en la ciudad de Nagasaki, es una gran muestra del espíritu de supervivencia humano en situaciones críticas. Y deja una clara sensación de que en la guerra el drama no termina en el campo de batalla, sino que sus consecuencias persiguen a la humanidad, aún en la reconstrucción.