En el entendido de que la tarea de la escritora es de tapas para adentro (como la liberal concepción de la vida privada) y que lo que pasa tapas para afuera (la liberal concepción de la vida pública) es un asunto de diseñadoras, comerciales, distribuidoras, libreras, prescriptoras clásicas e influencers modernas del que ella no debe preocuparse. Bajo esa concepción, la escritora es una proveedora más, al nivel del proveedor de folios o de café para la máquina que hay en pasillo de la editorial.