Cuando la realidad se convulsiona ante nuestros ojos, Ethel Krauze se aferra al acto creativo. Resultado de ese ejercicio de imaginación e inteligencia son los veinte cuentos que componen El fragmento impertinente, inquietantes ficciones cargadas de erotismo y lucidez.
«Reparar la fractura original había sido la empresa de su vida. Conocía bien cómo sobrevivir con los pedazos rotos, separándolos en compartimentos, para que no supieran uno del otro, para que no se extrañaran, para que a cada uno de ellos les brotaran ramas nuevas que dieran origen a flores diferentes, distantes, paralelas, simultáneas.
Sabía limpiar la sangre para que no quedara ninguna huella del delito, podía dejar impecable la escena del crimen, como si nunca hubiera tenido lugar. Era experta en borrarle la memoria a los fragmentos del cristal, menos a uno. Había uno terco, siempre sobraba uno, repelente a todas las maniobras».