Me vendió tiempo también. Veinticuatro años incalculables, y por este periodo me dio su palabra y promesa de avivar el fuego bajo la caldera, para que pudiera hacer grandes cosas y ser capaz de crear, a despecho de mi inteligencia y de mi ironía, que me hacían el trabajo difícil. Nada de eso habría de importar. Sentiría, eso sí, ya durante ese período, dolores cual si me acuchillaran, como los que sufría en sus piernas la pequeña sirena, la llamada Hyphialta, mi hermana y dulce novia.