El Vizconde Que Me Amó

Y luego estaba Kate Sheffield.
La pesadilla de su existencia.
Y el objeto de sus deseos.
Todo al mismo tiempo.

Fue espantoso. —Dejó el cepillo y se fue al lado de él—. Siempre somos espantosos, pero al menos lo intentamos.

Y no le importaba que ella conociera sus temores más profundos, porque sabía que le quería pese a todo. Era una sublime sensación de liberación.

Pero en realidad esa no es la cuestión. No me hace falta ser tan buena. Solo necesito disfrutar por mí misma. Y necesito saber que lo he intentado.

Pero en realidad esa no es la cuestión. No me hace falta ser tan buena. Solo necesito disfrutar por mí misma. Y necesito saber que lo he intentado.

Eloise esbozó una amplia sonrisa, tan parecida a la de Anthony que Kate casi gritó.

Él hizo un ademán con la cabeza y se preguntó si la abrazaba con demasiada fuerza. No quería soltarla. No quería soltarla nunca.

Hay ciertos recuerdos que un hombre quiere grabar en su cerebro, y este era uno de ellos.

Eres tan hermosa —susurró—. Tan preciosa que resulta increíble.

Con cada pensamiento, con cada emoción, cada parte de su ser, le amaba.

Y si él nunca le correspondía con su amor…, bien, no quería pensar en eso. No entonces, no en aquel momento profundo.

Probablemente nunca.