El Vizconde Que Me Amó

Y luego estaba Kate Sheffield.
La pesadilla de su existencia.
Y el objeto de sus deseos.
Todo al mismo tiempo.

Mi corazón late con fuerza —le susurró.

Los dientes de Anthony tiraban del ribete de su corpiño.

—¿Y cuánto tardará?

—No lo sé.

Anthony tiró de ella para sentarla sobre su regazo con una mirada traviesa.

—Yo sí.

hijos inteligentes, gracias a Dios, ya que eres sin duda la mujer más inteligente que conozco.

Anthony sabía que estaba siendo imaginativo, pero al mirar su rostro no pudo evitar pensar en el alba al amanecer, en el momento exacto en que el sol se asoma sobre el horizonte y pinta el cielo con su sutil paleta de albaricoques y rosas.

En este preciso lugar, en este preciso momento, aquí y ahora, en este jardín, eres perfecta.

Kate sintió que se escurría contra él. La piel empezaba a arderle, y los brazos traidores de Anthony no dejaban de escabullirse hacia arriba y alrededor de su cuello

Kate tuviera ocasión de pronunciar una sola palabra, antes de que tan siquiera tuviera ocasión de coger aliento, su boca descendió y capturó la de ella con un beso hambriento y abrasador. Sus labios eran voraces, tomaban todo lo que tenían que dar y luego pedían aún más

Anthony permaneció quieto durante varios segundos mientras pensaba que le gustaría asesinar a todos esos hombres y mujeres que la habían comparado con Edwina y habían pensado que no estaba a la altura.