De no ser por mí, Kat estaría a salvo, viendo películas estúpidas de Halloween, tal vez incluso entre los brazos de algún tío que jamás le haría daño ni la pondría en peligro. Estaría a salvo. Fuera de mi alcance, pero a salvo de todos modos.
Y sobre todo, quería volver atrás y cambiar la forma en que había actuado con ella. Porque en esos momentos, mientras se estremecía sobre el suelo húmedo, mientras la muerte acechaba sobre nosotros, estaba dispuesto a admitir aquello de lo que había estado ocultándome. Aquello que de verdad me aterrorizaba.