El compromiso intelectual vino en ambos casos después: fue entonces, desde 1945, cuando, como si se tratara de una reacción compensatoria por su silencio anterior, se sumaron a la Historia –con mayúscula, como escribía Sartre–, esto es, cuando apoyaron el comunismo, y por un tiempo al Partido Comunista Francés, y a los países –dictaduras– del socialismo real (a la Unión Soviética, Cuba y la China de Mao, sucesivamente), a los movimientos de liberación del tercer mundo (Argelia, África, Vietnam).