El título de este libro tiene una intención muy clara. Es una «compilación» en la que traté de elegir lo más representativo de lo que he ido creandoen el camino desde que, al morir mi padre en 1993, sentí la necesidad de buscar en la escritura una forma de confrontar el mundo. Antes lo hacía —escribía— pero era más bien una suerte de descargos adolescentes, que se quedaban en algún papel allí o acá.
Mi padre me heredó el amor a los libros y a la naturaleza. Van a ver mucho de todo eso por aquí. No hay un orden ni una cronología exacta. Y eso significa florilegio: una selección de piezas elegidas. En este caso, de mi poesía.
Hasta hoy, sólo tenía editados algunos poemas sueltos en distintas antologías cooperativas; por selección o por concurso; sin embargo, mis trabajos (la mayoría) descansaban en archivos organizados, con títulos e incluso índices, sin edición definitiva o individual. Por ello, hay una cantidad de ellos que fueron variando al armar este libro. Como decía Jorge Luis Borges, «el último borrador es el libro» (aunque también confesó «yo he corregido mucho y me arrepiento») y creo que es imposible no tentarse de seguir y seguir intentando el poema perfecto.
No existe tal poema.