He vuelto a la realidad poco a poco, tratando de rescatar la autoestima y darme cuenta de que Pandafilando de la Fosca Vista no era el gigante que yo creía que era, sino unos cueros donde se almacena el vino del ventero. Por eso empecé a recordar y a considerar los años de editor, recuperando algunas cosas que hice (y deshice) durante esos años y así, con estos textos, poder ver las cosas desde otra perspectiva, una vez que hubiese recorrido los campos de batalla en los que dimos lo mejor que teníamos. De manera que hoy vuelvo a caminar con la cabeza en alto, sin pena ni gloria, confirmando que “no hay mal que por bien no venga”, pues estoy en casa, cerca de mi mujer, mi familia y mis amigos con los que comparto la vida. He tomado la sartén por el mango y le he dado vuelta a la tortilla.
Esta, pues, es una Fe de erratas de la vida de un editor improvisado, con la que pude llegar a disfrutar de todo lo que nos queda, antes de cerrar con broche de oro.