desde los años sesenta del pasado siglo, el medio editorial más grande e importante del idioma se desarrolló sin resolver serias deficiencias, implementadas en los tiempos de la dictadura. La principal de ellas fue, sin duda, la falta de apertura y renovación del mundo literario, siempre condicionado por prácticas antidemocráticas –ya disuasorias, manipulativas o demagógicas–, como el paternalismo, el clientelismo y la carencia de respeto hacia los sectores ciudadanos emergentes o sin vinculación política. Es decir, como gremio, las letras españolas fueron altamente permeables a la demagogia, el populismo mediático y la cultura del entretenimiento.