Recetario de sabores lejanos

Estos ocho capítulos están articulados a partir del concepto de lejanía que puede referirse a una ruptura espacial, material o temporal; es una forma de unir de manera transversal la pérdida del pasado con la incertidumbre sobre el futuro.

La comida y sus transformaciones revelan historias complejas que conectan actos cotidianos con conflictos socioambientales. Un plato condensa relaciones de poder, sistemas socioecológicos y formaciones culturales, entre otros elementos, y los traduce en experiencias encarnadas.

foto de la palenquera prueba la ausencia de los cuerpos y las ecologías que hacen posible lo que se exhibe en su palangana.

Este libro trata de la barriga y sus nostalgias. En él se cuentan historias sobre la añoranza de sabores que ya no son o que pronto dejarán de ser. ¿Qué pasa con los lenguajes maternos de la comida cuando la guerra, el extractivismo y el despojo los arrancan de la boca?

Este recetario nace también ante nuestra propia ingenuidad de sorprendernos por lo rico que come la gente a pesar de los escenarios perversos de hambre generalizada y escasez producida, de cuerpos envenenados y muertes prevenibles. Es un reconocimiento al valor de cuidar y defender el vivir sabroso, como dice Natalia Quiceno, en medio de un modelo de desarrollo que privilegia la muerte

Las memorias, afectos, anhelos y nostalgias se concretan en relatos sobre platos que no se pueden preparar, sobre ingredientes que ya no se consiguen o que no se pueden pagar y sobre sabores que nunca serán iguales. Aunque es un recetario, nuestro interés no es presentar recetas reproducibles o estandarizables, desconectadas de los afectos y de las dificultades

Este es un libro sobre las rupturas con lo familiar, con la casa, con lo más cercano y conocido. Es un libro sobre la obstinada búsqueda de los sabores que se han alejado o se están alejando. Nace de la comida como un punto de encuentro en nuestras experiencias de investigación etnográfica

Este recetario recuerda lo que cada vez parece menos obvio: que comer es cotidiano y es común. Y que el espectáculo de la comida oculta desigualdad y sufrimiento, explotación y destrucción, movilidad forzada o confinamiento y la carga desigual de trabajo que llevan las mujeres

Al tiempo que somos testigos de que para mucha gente comer es cada vez más difícil, asistimos a, y hacemos parte de, una curiosa moda global de celebrar la comida como una experiencia estética, exótica y turística. Tal preciosismo la ha vuelto una mercancía: privada, despolitizada, puesta fuera de contexto y en apariencia siempre disponible.

La violencia de esta lógica económica es sistemática y gradual. Se expresa también en pescados envenenados, especies extintas, acaparamiento de agua, carne producida en fábricas industriales y encarecimiento y monetarización de la comida