No hay nada mejor para las almorranas que una polla de mandril por el culo. ¿No es así, Harry?
–Y que lo digas, jefe –contestó Harry–. Yo no uso otra cosa. –Y luego, volviéndose al juez–: Ya has oído lo que ha dicho. Pon tu carcomido culo en esa silla y muéstrale al simio visitante un poco de hospitalidad sureña