El fuego que nos une (Los Elementos 2)

La mayoría de la gente pensaba que el amor era una recompensa, pero yo no me tragaba eso. Había visto a mi madre querer a mi padre durante años, y de ahí no había salido nada bueno. El amor no era una bendición, era una maldición, y una vez lo invitabas a pasar a tu corazón, solo dejaba cicatrices de quemaduras.

Tal vez en un mundo diferente.

Podría haber sido alguien digno de querer, y ella también me habría permitido que la quisiera.

Ella creía en Dios mientras que yo bailaba con demonios.

Su alma estaba en llamas,
y abrasaba a todo aquel que se acercaba demasiado.

Ella se acercó más,
sin temer las cenizas en las que
estaban destinados a convertirse.

Nunca sabes lo afortunada que eres hasta que ves lo mal que está otra persona.

opuesto a lo que parecía ser

Cuando llegó el estribillo, me miró, y empecé a cantar otra vez, en tono agudo y horrible.

—Eh… sabéis que tenéis que abrir la boca para cantar, ¿verdad?

Una cosa que no cambiaba, independientemente de lo que durase el cigarrillo, era como mi corazón destrozado siempre encontraba la manera de romperse en trozos aún más pequeños.