En 1799, el capitán Amasa Delano ancló en la bahía de una isla desierta del litoral chileno. A la mañana siguiente apareció en el lugar un misterioso navío, el Santo Domingo. Las maniobras de éste hicieron sopechar que se trataba de un barco en apuros, con lo que ordenó que se preparara un bote y acudió a la misteriosa nave para prestar su ayuda. El espectáculo que encontró fue sorprendente. Aquél era un barco de esclavos al que la tempestad y una epidemia habían diezmado. Ahora los marineros blancos convivían entre los negros en una situación adversa por la falta de provisiones y de oficiales y el extraño comportamiento del capitán del barco Don Benito.