Y la esperanza. Sí, la esperanza. Había aprendido que los libros estaban hechos de esperanza, no de papel. La esperanza de que alguien leyera tu libro; la esperanza de que éste cambiara o mejorase el mundo; la esperanza de que la gente se mostrara de acuerdo contigo, de que te creyera; de que te recordara, de que te elogiara, de que sintiera algo. Y la esperanza de aprender tú algo, de entretener o impresionar. La esperanza de ganar algo de pasta. La esperanza de que llegara a demostrarse que tenías razón o que te equivocabas.