Acaso sea hora de reconocer que no entendemos al país. Nos hemos acostumbrado a una nueva normalidad de 20 mil homicidios al año, de un salario mínimo de cuatro dólares diarios, una economía informal que es más de la mitad del producto, cotidianas acusaciones de corrupción, crecimiento mediocre, elecciones que ahondan la crisis de legitimidad, sistemas de educación y de salud pública arruinados. Y no hay en el espacio público ni siquiera el esbozo de un futuro distinto, más allá de la fantasía.