Tenía la Nueva España siete millones de habitantes, más de la mitad de los cuales eran indios a los que se explotaba en haciendas, minas y obrajes. Unos cuantos ricos ocupaban los palacios y mansiones situados “en medio de un pavoroso panorama de insalubridad y miseria”. Fueron ellos, los que no habían disfrutado de la prosperidad del reino, quienes con machetes y palos empezaron a tomar ciudades y pueblos y llegaron hasta San Miguel el Grande primero y luego hasta Guanajuato, que era un importante centro minero y comercial. De allí siguieron hasta las puertas mismas de la capital, a las que, sin embargo, no se decidieron a entrar. El virrey mandó reprimirlos y el obispo a excomulgarlos, a pesar de lo cual Hidalgo se puso a dictar medidas como la abolición de la esclavitud y el fin del pago de tributos. Decía una copla de la época:
Arriba Miguel Hidalgo,
que ha llegado a nuestra tierra,
que ha matado gachupines,
que les hace la guerra.4
Ése fue el inicio de una larga y sangrienta contienda civil con batalla