Habrá que aceptar que el sufrimiento depende de la “vida social” de un sujeto inmerso en estructuras sociales, libidinales, antropológicas, culturales, económicas, políticas, respecto de las cuales el psiquiatra es tan ciego como la mayoría pues ¿dónde habría adquirido el conocimiento válido para afrontar esas dificultades? La formación médica deviene, en tal caso, un obstáculo en la respuesta a una demanda que no se ha sabido escuchar y cuyo origen permanece oscuro porque es, por lo común, la demanda del Otro. El furor sanandi es un síntoma, el del médico inserto en un dispositivo que lo lleva a desconocer el objetivo de las acciones que se le ordena cumplir, fundamentalmente, la “normalización” de la subjetividad