Saber quién se es atraviesa toda nuestra vida. Así, escrito con irreverencia, “saber quién se es” constituye la historia de un destino completo, una novela, al decir de Macedonio Fernández.
Felipe narra un destino completo. Necesita, como todos, la palabra del padre, pero encuentra una imagen muda de sí mismo.
El epílogo con el que Hugo Bauzá cierra la historia es, en cambio, elocuente. El silencio de la palabra revela a Felipe su íntimo quién.
Edisto ignoraba si se reencontrarían, aunque en lo más profundo sabía que era imposible. Somos solo memoria de las palabras dichas, no de las que se callan.
Así como en el final de La rosa de Paracelso el lector queda perplejo frente a su propia falta de fe, aquí, el maestro, empero, musita las palabras precisas.
El epílogo es inesperado, como la muerte, y tampoco conjura el dolor.
—Enrique Corti