podríamos dejar de pensar la grieta como un invento televisivo y definirla en términos de un “bipartidismo sociológico”, de un bipartidismo de abajo hacia arriba. Y como las palabras importan y crean realidad más que describirla, un buen primer paso consistiría en suspender la costumbre de llamar “grieta” a lo que es un contexto de polarización ideológica. No se trata de un abismo ni de una fractura tectónica, se trata de desacuerdos sociales políticamente binarizados, que se expresan, hasta ahora al menos, al interior del sistema político.