Tú me haces la persona más feliz de este planeta, Kam —dijo y contuve el aliento sin siquiera darme cuenta—. ¿Tienes idea de la de veces que pensé que no llegaría a congeniar con nadie? ¿La de veces que creí en el fondo de mi corazón que nadie sería capaz de amarme?
Negué con la cabeza y fui a hablar, pero me tapó la boca con un beso cortó y siguió hablando.
—No tienes idea… No tienes ni idea de cómo me haces sentir…, de todo lo que te quiero. Es que te quiero tanto que a veces hasta me duele… Me duele quererte así porque me haces sentir débil…, débil en el mejor sentido de la palabra, pero, al fin y al cabo, débil. —Esperé a que continuara sin atreverme a decir nada—. Tienes en tus manos mi vida y mi corazón, en un suspiro puedes romperme en mil pedazos, y eso me aterroriza, pero, joder, fuiste capaz de conectar conmigo aun cuando estaba prácticamente muerto… ¿Te das cuenta de la locura que parece todo esto?
—Para mí es el reflejo de lo mucho que te quiero —dije.
Sus manos acunaron mi cara y su boca se acercó lentamente a la mía.
—Para siempre, ¿verdad? —me preguntó.
Sonreí.
—Para siempre y más allá de para siempre.
Se rio.
—¿Eso existe? —me preguntó.
—No sé… Dímelo tú que pasaste una temporadita por allí.
Me besó como respuesta y sentí que me derretía.
Fue un beso bonito, precioso, lleno de amor y de cariño, y nunca pensé que sería el último beso antes de…
—¿Quieres casarte conmigo? —me preguntó de repente, separándose de mí y esperando una respuesta.
Me pilló tan desprevenida que me quedé callada, en shock.