Era una dama, aunque no viviera como tal De la riqueza a la pobreza más absoluta, Grace tuvo que tragarse el orgullo, olvidarse de que era una dama y pedir trabajo en la panadería del pueblo. Pero todo cambió pasados unos años, cuando resultó ser beneficiaria de una herencia sorprendente.
Su herencia venía, eso sí, con un pequeño inconveniente: abandonaría su vida de trabajo para hacerse cargo del cuidado del hijo ilegítimo de su benefactor, prisionero de guerra y liberado bajo palabra y a cargo de ella. Era un ofrecimiento que no se podía permitir rechazar. El problema surgió cuando descubrió que el prisionero al que iba a rescatar estaba agonizante y le rogó que se llevara a uno de los hombres de su tripulación en su lugar…