Berta tiene una caja de tesoros. En ella guarda trocitos de su vida, como la canica que le ganó hace poco a Daniel, el caleidoscopio que le regaló Clara o el bibelot que le obsequió Miguel con un papel arrugado en el que le decía “te quiero”. Berta va creciendo y todos los días sueña, imagina y se pregunta, y así abre pequeñas ventanas por las que entrevé la belleza de su mundo cotidiano.