El final del que partimos

Un secreto: yo creía que teniendo un hijo se me pasaría el miedo.
Cuando era pequeña, mi madre me dijo que daría la vida por mí, desde luego.
Yo se lo preguntaba a todas horas. La ponía a prueba.
El miedo al final me despertaba, me asfixiaba. Me volvía incapaz. Creía que teniendo un bebé se me pasaría. Que eso me daría algo por lo que morir

Hay muchos tipos de silencio, pero solo una palabra para todos ellos. El silencio de la casa ha madurado del silencio como ausencia de ruido a algo distinto, un silencio con textura y grano, con una densidad por la que se avanza a trompicones

Parece que él me esté alimentando a mí, llenándome de una luz anaranjada y constante.

Lo que llamamos principio es a menudo el final
Y marcar un final es marcar un principio.
El final es el lugar del que partimos.
Cuatro cuartetos, t. s. eliot

Tenemos esta caricia, nuestros dedos en la habitación destrozada, la luz nueva y lenta que nos envuelve, nuestro hijo retorciéndose entre mis brazos.

Está en todas partes y en ninguna, todavía alojado en su garganta. Lo va tragando

irradiando una sonrisa-lámpara desde cada fotografía escolar

Lo de los reencuentros es una cosa de la televisión. De biombos brillantes que retroceden lentamente al presionar un botón. De color morado, tal vez. Rutilantes, con textura.
Del vozarrón de un presentador que anuncia los nombres. Del apretujón de hombro contra mejillas bajo luces de estudio.
De ese éxtasis radiante, piel con piel, distancia y separación arrasadas por ese instante sin fin.
***
Así es en realidad: unos segundos de prácticamente nada, de lento reajuste a una vieja cara conocida.

Creíamos que éramos como una familia. Todas las comidas las hacíamos juntos. Todos aquellos días de compartir el aire, de salir por la puerta para ir al mismo sitio.
Y resulta que ahí no había nada

La tierra estaba pelada, baldía, y ningún árbol crecía en ella, ninguna flor, y todo era silencio.