si se cursara el primer año entre los muertos,
no en las escuelas,
y en vez de repasar conceptos
se repasaran los difuntos,
en cada cosa que diríamos de grandes
la muerte habría dejado ya
su gota de precioso antídoto,
una amargura en el lenguaje
que se transmitiría, qué duda cabe, al resto,
y hablar, así, sería una forma
de hacer crecer en nuestra compañía
este silencio inmenso,
como morir, de alguna forma,
la plenitud de lo decible