Te quiero, Maddie. Te quiero tanto que a veces siento que me falta el aliento –su voz áspera sonaba salvaje y emocionada, rugosa y viril–. Debería habértelo dicho hace años. No sé por qué no lo hice. Bien sabe Dios que te lo mereces, pero me tienes contigo, todo lo que tengo y todo lo que soy. No sé si es bueno o malo, pero es la verdad. No soy nada sin ti