La pasión le había nublado la mente.
Él me había dejado muy claro lo único que podía darme, y yo, perdida en un arrebato de pasión ciega, lo había aceptado sin pensar en nada más.
Edward St. Cyr solo quería mi cuerpo, pero yo le entregué también mi corazón. ¿Había cometido el mayor error de mi vida? Tal vez cuando supiera que estaba embarazada superaría su bloqueo emocional y me amara también él…