Morrissey es, quizá, el mayor icono pop de su generación, un título nobiliario que, como él mismo constata, lleva varias cruces a cuestas. Las discográficas lo han engañado. Varios colegas lo han estafado. Algunos medios lo han difamado. Viejos amigos lo han traicionado… Ahora, en la cúspide de la fama, cuando sus álbumes alcanzan los primeros puestos en las listas de todo el mundo y los músicos más ilustres interpretan sus temas, precisamente ahora, Morrissey declara que los derechos de los animales, la poesía y su propia intimidad son los únicos valores que defiende.
Morrissey irrumpió como una avalancha en el firmamento musical de los años ochenta. El cantante de los Smiths aportaba una originalidad rabiosa construida con su actitud desafiante y el extraño lirismo de sus letras. Antes de esa eclosión, sin embargo, nuestro héroe era poco más que un joven en paro aficionado a los versos y sin muchas expectativas de futuro. En estas memorias nos cuenta las desdichas de su infancia y las desventuras de una adolescencia marcada por escuelas donde imperaba la ley de la correa, nos relata la vida sin rumbo que le asignaba el destino y el agridulce descubrimiento de la música como vía de escape. Aquellos años en una Mánchester gris, sucia y miserable contrastan, sin duda, con el resplandor que hoy lo envuelve, pero el éxito siempre tiene su revés oscuro.