De la misma manera en que podemos transformar las imágenes en los sueños, podemos también transformar nuestros estados emocionales y las limitaciones conceptuales en la vida de vigilia. Cuando podemos sentir que la naturaleza de nuestra experiencia es maleable y parecida a los sueños, podemos transformar la depresión en felicidad, el miedo en valor, el enojo en amor, la desesperanza en fe, la distracción en presencia. Podemos transformar aquello que es poco sano en algo saludable, lo que es oscuro podemos volverlo luminoso, lo que es sólido y limitante podemos modificarlo para que sea vasto y abierto. Hay que desafiar los límites que nos restringen. El propósito de esas prácticas es integrar la lucidez y la flexibilidad en cada momento de nuestra vida, así como abandonar la pesadez y el condicionamiento que implica nuestra manera de ordenar la realidad, de otorgarle significado y de dejarnos atrapar por la ilusión.