Afrofeminismo

Llega con una amplia base intelectual y sólida formación desde Guinea: «Recuerdo que me llevaron a realizar un examen de estudios primarios, y se quedaron flipados porque era negra y saqué un sobresaliente, la máxima calificación». Fue su primera experiencia ante el racismo institucional.

Yo aprendí de mi madre que la historia, la literatura, la publicidad, el cine o la televisión son un reflejo de la sociedad, pero no es neutro ni imparcial. De hecho, un de las tantas veces que fui expulsado de clase en tercero de BUP fue solo por decir que los egipcios eran negros.

El dolor de las mujeres con su relato se construye a partir del relato de los hombres que son incapaces de aceptar tu realidad.

Cuando se dirigía a la primera convención de la Asociación Universal para la Mejora del Negro, McGuire declaró: «El tío Tom negro tiene que irse, y su lugar debe ser ocupado por el nuevo líder de la raza negra... no un hombre negro con un corazón blanco, sino un hombre negro con un corazón negro».

Hemos intentado plasmar biografías y procesos en estos cincuenta años de activismo de mujeres negras que sufren en silencio el colonialismo y la explotación laboral mediante muchas formas de resistencia frente a la tentación colonial, lo que amplificó el discurso del movimiento negro, y ha tenido un impacto en la conformación de la subjetividad negra radicalizando y cuestionando la violencia como horizonte en el desarrollo de la identidad panafricanista.

Es muy importante que las hipters sepan que con la llegada de estas mujeres a las instituciones el movimiento busca no solo ganar visibilidad, sino hegemonía en una nueva correlación de fuerzas y eso pasa por pactar, en las instituciones, solo con aquella izquierda o derecha blanca que muestre voluntad de establecer un marco de defensa de la independencia y autonomía del movimiento negro (Black Power) desde su vanguardia, desde sus errores, proceso, radicalidad y nunca desde el poder blanco en caras negras.

No se pueden hacer las revoluciones desde arriba o desde las instituciones, como decía Winnie Mandela: «Las negras de la casa nunca pudieron quemar la plantación». Las instituciones nunca fueron ni serán la vanguardia del proceso de liberación de las mujeres negras; fueron la retaguardia. Es importante aceptar que, primero, los cambios operaron en las conciencias de las activistas callejeras de barrios, de los movimientos sociales que impugnaron las hegemonías ideológicas y culturales, y después vinieron las instituciones a ponerle el sello y rentabilizar las luchas que ya se había producido tras el esfuerzo del movimiento panafricanista en las bases populares, que son en su mayoría las mujeres negras.

Mi objetivo es que los afroargentinos se sientan orgullosos de ser negros, y reunir a las personas negras que hemos estado separadas por tanto tiempo. Por la reparación histórica del país que nos reconozcan preexistentes a la nación argentina.

En su génesis hay sin duda cinco grandes corrientes históricas. El gran detonante es la revolución cimarrona de Haití de 1789, con mujeres como Fatima; la segunda y determinante, la que llevó a cabo la UNIA con Amy Jacques y Amy Awood; la tercera, la del revolucionario ghanés, inmortalizada gracias al concurso de Miriam Makeba, Funmilayo Ransome-Kuti o Martha Moumié, y la cuarta es aquella que lideró la derrota del sistema del apartheid con Winnie Madikizela y Robert Sabukwe. La quinta y última es la actual, la que estamos realizando desde Durban, la reparación.

Como he escrito a lo largo de este libro, el movimiento panafricanista se define como un movimiento womanist, entendiéndolo como filosofía política y movimiento social donde la liberación de la mujer es parte central e indisoluble de la liberación negra, que se basa en la justicia, y por la que las mujeres toman conciencia de las discriminaciones, la dominación y la explotación que sufren por el simple hecho de ser mujeres en el seno del patriarcado, y se organizan el conjunto del movimiento negro para acabar con ellas y, por lo tanto, cambiar la sociedad.